En su novela «Un laodiceo», Thomas Hardy describe a una mujer cuya inmovilidad sugería una moción imperceptible por su intensidad. Esta descripción encarna la esencia del cine futuro: un movimiento intensivo que trasciende el impacto físico para explorar profundidades filosóficas y psíquicas. Según Harry Alan Polamkin, estamos en una transición hacia un cine que prioriza la organización del movimiento en la imagen, un concepto que los franceses han denominado «movimiento exterior» y «movimiento interior».
El movimiento exterior se refiere a la acción visible, como la actuación y los decorados en movimiento. En contraste, el movimiento interior se enfoca en la alternación de escenas y motivos, junto con la duración de cada imagen, elementos que en conjunto forman el ritmo del cine. Esta distinción es clave para entender el futuro del cine, que será reflexivo y deductivo, alejándose de la acción física y las emociones inmediatas.
S. M. Eisenstein, famoso por su película «El acorazado Potemkin», sostiene que hemos llegado al final de una era cinematográfica caracterizada por el impacto físico y emocional. La nueva era, simbolizada por filmes como «La pasión y muerte de Juana de Arco» de Dreyer, se centrará en la intensidad y la duración de las imágenes individuales. Este enfoque requiere una revisión del vocabulario cinematográfico, alejándose de la acrobacia y la rapidez predominantes en el cine norteamericano.
El simbolismo será el principio rector del cine del futuro. A diferencia del símbolo, que puede ser sentimental y representativo, el simbolismo es inclusivo y estructural. Este simbolismo debe ser construido con los materiales plásticos de la primera época del cine: objetos concretos, actores humanos y experiencias comunes. El cine intensivo se caracterizará por su capacidad de penetrar y contemplar la imagen a través del tiempo, creando una experiencia más profunda y reflexiva para el espectador.
La importancia de la duración en el cine futuro no puede ser subestimada. La duración, que implica la contemplación y penetración de la imagen, permitirá al cineasta explorar nuevas dimensiones de expresión estética. Jean Epstein, un pionero en este enfoque, ha demostrado cómo la manipulación de la luz y el tiempo puede elevar el cine a niveles metafísicos. Este cine especulativo y filosófico se distinguirá por su capacidad de organización y concentración, características esenciales para la inteligencia estética.
En este contexto, el cine norteamericano se enfrenta a un desafío significativo. Su enfoque en la rapidez y la acción física ha limitado su capacidad para explorar las profundidades de la experiencia humana. Sin embargo, películas como «Juana de Arco» ofrecen un modelo para un cine introspectivo norteamericano, que podría rivalizar con las tradiciones suecas y rusas de cine reflexivo e intenso.
La evolución del cine hacia formas más complejas y reflexivas también incluirá la integración de la palabra como expresión. El cine del futuro buscará una estructura integrada donde la palabra y la imagen se complementen mutuamente, creando una narrativa más rica y profunda. Esta búsqueda de ritmo y maleabilidad en la expresión es esencial para el desarrollo del cine como una forma de arte dinámica y sofisticada.
En resumen, el cine del futuro será intensivo, reflexivo y simbólico, marcando una evolución significativa desde sus raíces físicas y emocionales. Con un enfoque en la duración y la contemplación de la imagen, el cineasta podrá explorar nuevas dimensiones de la experiencia humana, elevando el arte cinematográfico a nuevas alturas.