Hay otros ejemplos innumerables del uso del simbolismo en esta cinta. Por ejemplo, las flores ofrecidas por el hombre a su mujer después de salir del restaurante tienen un doble significado: las flores son la expresión de cariño no sólo por los vivos sino también por los muertos. Simbólicamente, son un regalo apropiado: nos recuerdan (y a ella) que había deseado verla muerta, y, al mismo tiempo, expresan sus sentimientos actuales de amor hacia ella. También las dos campanas de la torre de la iglesia tañendo juntas expresan la armonía y el júbilo que sienten el hombre y su esposa; son las campanas de boda que marcan su mutua y nueva consagración.
El significado en Amanecer es comunicado también frecuentemente estableciendo contrastes significativos, ya sea mediante una imagen dada o haciendo contrastar un estado de ánimo o circunstancia con uno anterior que ocurrió en el mismo ambiente. Como ejemplo de contraste entre un personaje y su fondo en una imagen dada a fin de intensificar nuestra realización del estado de ánimo del personaje vemos al marido, con la cabeza agachada sobre los remos, pensando sombríamente, contra el lago que brilla reflejando la luz del sol. De la misma manera, la mujer de la ciudad, con sus vestidos sofisticados, su modo afectado de caminar, etc., aparece en notable contraste con los sencillos campesinos. Este contraste es visto a la inversa en las escenas de la peluquería y el salón de baile cuando el hombre y su esposa con sus ropas y modales campesinos se mezclan con la gente de la ciudad. Como contraste de estado de ánimo en el mismo ambiente, tenemos el ánimo alegre de los jóvenes cuando suben al tranvía para regresar a casa, porque no puede verse esto sin recordar la agonía que señaló su viaje en tranvía a la ciudad. Tampoco puede verse el dolor del marido al entrar en el dormitorio y pasar ante el lecho vacío de su esposa sin recordar su entrada anterior después de haber sido seducido por la mujer de la ciudad. Esos contrastes anímicos son fuertemente sentidos no sólo porque ocurren con las mismas personas en el mismo ambiente, sino también porque la cámara registra la escena exactamente desde el mismo ángulo para intensificar nuestro conocimiento inconsciente.
En cualquier discusión de contrastes anímicos, en Amanecer, debe ser tenida en cuenta la notable diferencia de sentimiento entre la primera y la segunda parte de la película. Lewis Jacobs ha escrito:
… la primera parte era característicamente Murnau… Esta mitad tenía una calidad lírica y estaba alejada del mundo real… La segunda parte, que evidentemente ha sufrido la influencia de Hollywood, era completamente diferente. Su espíritu era realista; el lirismo había sido disipado por una nota cómica; la universalidad había sido destruida por el melodrama.
El mismo contraste en el tratamiento de la primera y la segunda parte de la película ha sido notado por muchos otros críticos, y la mayoría de ellos ha supuesto de la misma manera que el cambio fue debido a una interferencia con los propósitos originales de Murnau.
Pero, en realidad, cuando percibimos el tema básico de esta película, no es aparente la interferencia. Ese estado de ánimo que creó Murnau en la primera parte de la cinta la aparta totalmente del mundo real y esto es exactamente lo que él quiso. Estaba representando una situación de conflicto que llevaba al hombre a un mundo en el que sus verdaderos valores y su perspectiva normal de su vida habían sido completamente alterados debido a su apasionamiento por la mujer de la ciudad. Obsesionado, se movía en un mundo extraño e irreal. Este estado de ánimo continúa sin modificarse hasta que el hombre se ve incapaz de seguir adelante con el plan de asesinato de la mujer de ciu- dad, y en ese momento el hechizo se rompe. El período de reconciliación es la transición a la segunda parte de la película, que Lewis Jacobs ha descrito correctamente como realista. Ahora el hombre ya no es impulsado por emociones que son contrarias a la corriente normal de su vida y que lo llevan de la realidad a un mundo extraño e irreal. De un hombre que vive atormentado vuelve a ser él, un sencillo campesino que está enamorado de su bonita esposa. En consecuencia, todo el espíritu y el tratamiento se vuelven realistas. Notablemente, el humorismo empieza en el momento en que la reconciliación ha sido completa: fuera de
En la iglesia, la gente se alinea en las veredas esperando la aparición de los recién casados; pero salen de la iglesia el campesino y su mujer, tomados del brazo, completamente ajenos a todo lo que los rodea, y pasan por el camino abierto por los espectadores, curiosos y divertidos. Y cuando la pareja imaginándome en una pradera florida, llega a la plaza, nuestras sonrisas se tornan carcajadas, especialmente cuando se encuentran abrazados en mitad de la confusión y el tumulto del tránsito detenido. Finalmente, cuando llegan a salvo a la acera, ellos se ríen de buena gana, no sólo por el incidente sino también por encontrarse nuevamente en la normalidad. Aquí el espíritu y tratamiento realistas, con sus rasgos acompañantes de humorismo y alegría, empiezan y continúan sin interrupción hasta la tragedia de la tormenta, cuando el hombre es precipitado nuevamente al mundo de pesadillas. Y ahora la realidad parece haber adquirido la forma de esa pesadilla. La vuelta del estado de ánimo anterior es tremendamente efectiva, ya que nos recuerda que la realidad a veces nos pone ante circunstancias que parecen reflejar y agitar nuestros conflictos más profundos, lanzándose a un tormento que se burla de la normalidad de nuestras emociones más sanas.
Por tanto, los cambios de espíritu de irreales a realistas y vuelta a aquéllos no sólo están completamente de acuerdo con el propósito de Murnau, sino que, además, se producen gradualmente y en forma comprensible de acuerdo con lo que está sucediendo a los personajes. Con una perspicacia realmente notable, Murnau ha usado el fondo familiar de la aldea para acentuar la sensación de pesadilla del campesino y las escenas poco familiares de la ciudad como fondo de la naturalidad y genuino sentimiento entre el marido y la esposa. Y, con los tres personajes centrales mismos, el contraste en un sentido también es entre la sencillez y naturalidad de la vida campesina por una parte. y la complejidad y artificiosidad de la vida de la ciudad por otra (este contraste es subrayado humorísticamente, por ejemplo, en una serie de «tomas» alternadas que colocan la gracia y simplicidad na- turales del hombre y su esposa en contrapunto con los modales seudosofisticados de una pareja de la ciudad que está entre los espectadores durante el baile campestre en la sala de baile). Aunque las escenas realistas de la ciudad pueden no tener el mismo lirismo de las secuencias primeras y finales de la película, tienen encanto y calidez y reflejan la sensibilidad y comprensión de la gente de Murnau. En lugar de reducir la universalidad de la película, las secuencias de la ciudad la aumentan, porque los dos estados de ánimo dominantes de la película, a pesar de estar en completo contraste, se complementan. Son «lo dulce y lo amargo» a que se refiere Murnau en su línea de prólogo; son lo que el psiquiatra moderno podría describir más acertadamente como la clara diferencia de sentimiento que existe cuando somos dominados por una parte por impulsos inconscientes (socialmente inaceptables), o por la otra por impulsos conscientes (socialmente aceptables). Que este contraste fue la intención de Murnau más que el resultado de una interfe- rencia de Hollywood, es corroborado por Charles Rosher, Karl Struss, Frank Powolny y otros que colaboraron en esta película, quienes afirman que Murnau trabajó enteramente sin interferencia del estudio y que la película fue, en todos los sentidos, su propia creación 7. El desenlace feliz de Amanecer ha sido señalado también por algunos críticos como una imposición de Hollywood. Algunos, entre ellos el conocido crítico inglés Paul Rotha, al parecer creen que la obra tenía que terminar trágicamente, que la esposa tenía que morir ahogada en la tormenta, dejando que el hombre hiciera frente a la desolación de la vida sin ella. Tal punto de vista es comprensible en cierto sentido, ya que, exceptuando el desenlace feliz, Amanecer llena casi perfectamente la definición de la tragedia esbozada por Aristóteles en su Poética. Para comenzar, el hombre se ajusta a la definición de Aristóteles de un héroe trágico, ya que «no es eminentemente virtuoso ni justo, ni está complicado aún en el infortunio por un vicio o villanía deliberada, sino por algún error de la fragilidad humana». Tal hombre es de lejos el mejor héroe de una tragedia, según nos dice Aristóteles, «porque nuestra piedad es excitada por los infortunios sufridos inmerecidamente, y nuestro terror por alguna semejanza entre los sufrientes y nosotros». En este aspecto el hombre de Amanecer es un héroe ideal, porque su debilidad, tal como ha sido dramatizada en la película, es universal, existiendo en cada ser humano en mayor o menor grado. En realidad, la debilidad del hombre es inherente en sus tendencias pasivas, su deseo inconsciente existente en todos nosotros en algún grado de ser llevado, dominado, poseído y tal vez inclusive violado por alguien más fuerte que él. Esas tendencias son activadas en su relación con la mujer de la ciudad agresiva y dominante, y por ellas puede seducirlo con la idea de asesinar a su esposa.