EL ARTE DE LA CINEMATOGRAFÍA

Henry MacMahon

La falta de interpretación y crítica adecuadas debe asombrar al marciano o a cualquier otro visitante que llegue a estas costas y observe la posición predominante que está adquiriendo rápidamente la cinematografía en el mundo del entretenimiento. El cine es una criatura que «simplemente creció». No existen cánones del arte, no hay reglas de crítica, ningún cuerpo inteligente de opinión y ningún acuerdo sobre nada, salvo que D. W. Griffith como productor es «el mejor de todos» y que su película El nacimiento de una nación es con mucho la película más grandiosa que hasta ahora haya sido presentada.

Al estar especialmente interesado en esa película, me he tomado el trabajo de cotejar las expresiones referentes a ella de críticos destacados de la «vieja línea», tales como Metcalfe, Eaton Hackett. Ninguno de ellos ofrece alguna sugerencia constructiva con respecto al futuro. El artículo de Walter Pritchard Eaton en The Boston Transcript del 31 de marzo, es singularmente obtuso al referirse a las posibilidades del nuevo arte. «La suposición», dice, «de que podemos volver a lo que equivale al lenguaje de signos, en esta fase de la civilización, es uno de los ejemplos más conmovedoramente ingenuos de la credulidad de los productores de películas cinematográficas».

¿Qué diremos del «lenguaje de signos» de la música? ¿El «lenguaje de signos» de la escultura? ¿El «lenguaje de signos» de la pintura? La elección del señor Eaton de un ejemplo para mofarse del arte cinematográfico parece singularmente infortunada. Porque la función de todo arte es tocar idealmente las emociones y no importa si los «signos» o medios son palabras o tonos o tallas o pigmentos o simples actitudes y expresiones faciales y corporales.

Nadie parece haberse dado cuenta de que el nuevo arte es simbólico. Eaton ridiculiza el retroceso y la acción simultánea, mientras Metcalfe, en Life, objeta el constante cambio de escenas, la intrusión de cosas que no son esenciales, la prolongación y repetición de las mismas acciones». Con todo el respeto debido a esos eminentes pensadores, debe afirmarse que están hablando en términos de su antiguo arte: e: el «drama puertas adentro». La técnica de la cinematografía es análoga a la de la música; la frecuente repetición de temas paralelos es agradable y nece- saria, y el «cambio constante de escenas», en lugar de ser una tacha, es la verdadera virtud de esta nueva forma dramático-musical-fotográfica, que ha sido caracterizada mejor como «arte de relámpagos».

Cada pequeña serie de fotografías, que dura de cuatro a quince segundos, simboliza un sentimiento, una pasión o una emoción. Cada serie sucesiva, similar pero diferente, lleva la emoción a una intensidad ma- yor, hasta que por fin, cuando las dos emociones paralelas han llegado a la enésima potencia, por decirlo así, se encuentran en el rápido choque final de victoria y derrota.

Una serie de fotografías tiene que moverse rápidamente. El director cinematográfico tiene que usar el estoque de la sugestión más que el garrote de la lógica. El ambiente, con frecuencia, tiene más valor que la acción. La ficción de la «cuarta pared removida» del drama teatral ha desaparecido para siempre y la posición del espectador en el cine es la del que mira afuera desde una ventana abierta sobre el total de la vida extendida como un panorama, viendo rápidamente y comprendiendo rápidamente, porque la vista es mucho más rápida y comprensiva que el oído.

Las sugerencias para mejorar un nuevo vehículo artístico son siempre bien acogidas. Eaton, en su artículo en el Transcript, se queja de «kodakería de aficionados». ¡Ay! Se encuentra mucho de eso en todas partes. Pero también existe mucho inglés amateur y mucho drama de aficionados. Hay esculturas feas y cuadros llenos de chapucerías, música discordante e inarmónica y (¡susurrémoslo en presencia del Sumo Sacerdote del Arte más antiguo!) representaciones teatrales «legítimas» a montones, que ofenden groseramente la vista y el oído. ¿En dónde se encuentra en el Arte más antiguo la reverencia selectiva por la belleza que se exhibe en la producción de una gran película? Por ejemplo, El nacimiento de una nación, en la que Griffith tomó 140.000 pies de fotografías para seleccionar 12.000 pies (menos del 10 por ciento) para uso público. ¿Construiría y volvería a construir David Belasco diez veces otras tantas escenas en el teatro para lograr lo que deseaba?

Mi punto de vista es que los esfuerzos de la crítica no son realmente analíticos ni constructivos. No conducen a ninguna parte ni muestran la dirección que debe tomar el primer gran paso adelante. Con frecuencia restan importancia al Nuevo Arte o ignoran sus mejores fases. Así, por ejemplo, un destacado crítico de Nueva York nos ha dicho que la juventud, belleza y expresividad facial son los únicos requisitos de una gran actriz cinematográfica; en otras palabras, que no se trata para nada de un arte, sino que es simplemente un artificio impartido a una muchacha viva por un director inteligente. Me gustaría saber si ese crítico estudió alguna vez la carrera y los méritos de Mae Marsh. Si lo hubiese hecho, habría encontrado genio en la película lo mismo que en su Antiguo Arte.

En general, los críticos más ilustrados del cinematógrafo parecen estar tan atrás de la forma artística que critican, como los críticos de Edimburgo lo estuvieron con respecto a Wordsworth, Shelley, Keats, Coleridge y Byron, a quienes trataron en vano de extinguir mientras apo. yaban el arte anticuado de Dryden y Pope. Existen, sin embargo, excepciones honrosas. Permítaseme citar dos de ellas, James Shelley Hamilton, en el número corriente de Everbody’s, dice: «Las personas que llaman al cine un sustituto barato e inferior del teatro hablado basan su opinión en películas que están hechas imitando el plan teatral. Griffith… vio que la historia debe ser relatada entera- mente mediante la acción, que la introducción de largos sustitutos explicativos era un método de construcción tan torpe como lo sería que en una obra teatral cada personaje avanzará hasta las candillejas para explicar al público quién es y por qué está allí. Vio que la acción pasada debía ser presentada visualmente y que con frecuencia debía ser recordada al auditorio para dar significación a la acción presente: así, inventó el flash-back, que es una vista de una escena pasada o distante, insertada casi lo mismo que una ilustración es insertada en un relato. Para hacer resaltar un personaje particular, un rostro o un detalle importante de la escena, inventó el «primer plano»… Introdujo también el recurso de la acción simultánea, el método por el cual la última parte de El nacimiento de una nación resulta tan excitante… Todas las películas de Griffith han sobresalido en algún aspecto particular, y todas han sido diferentes. Pero Griffith no es el único hombre que está haciendo cosas buenas en la cinematografía. Los directores que realizan producciones artísticas se están multiplicando rápidamente.»

Finalmente, en lo que atañe a la posición y el futuro del arte cinematográfico, escuchemos al crítico de The New York Independent, Dr. E. E. Slosson, cuya penetración técnica no se ha dejado influir justamente y en absoluto por el hecho de ser un encarnizado oponente de El nacimiento de una nación por motivos sociales:

«La obra cinematográfica, comparada con su rival, la obra teatral, tiene ciertos serios defectos: notablemente, la ausencia del sonido y el color. Pero, por otra parte, tiene ciertas cualidades propias compensadoras, y los productores muy muy sabiamente están haciendo más hincapié en éstas en lugar de imitar lo que el teatro puede hacer mejor. Por ejemplo, el autor cinematográfico puede usar el aire libre como fondo en lugar de un telón de fondo pintado y arrugado. Puede cambiar de escena con más frecuencia que el dramaturgo isabelino. Puede asomarse al futuro o al pasado como si se encontrara en la máquina del tiempo de Wells. Puede usar literalmente un ejército de supernumerarios en lugar de una docena de comparsas con lanzas. Puede revelar el pensamiento de sus personajes de dos maneras, ninguna de ellas posible en la escena: la primera, acercando tanto al actor que el espectador pueda leer su expresión facial; la segunda, presentando en forma visual sus recuerdos o imaginaciones. Puede, si lo desea, hacer descarrilar un tren,quemar una casa, hundir un buque o volar un fuerte, ya que no tiene que repetir el gasto todas las noches. Es natural que el nuevo arte tienda a excederse en esas cosas que mejor puede hacer. Al artista cinematográfico le encanta tanto la idea de que puede reproducir el movimiento, que es propenso a poner demasiado movimiento… Pero ésas son las extravagancias inevitables de la juventud y ya están siendo eliminadas en las mejores películas de «largometraje». La cinematografía se ha establecido, y en una u otra forma se convertirá en una parte permanente de la vida intelectual y estética de la nación.»

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